sábado, 15 de junio de 2019

El momento indicado.

Hacía tiempo que no me dejaba llevar.
Había olvidado lo que era temblar
Lo que se sentía al no saber respirar.
 No por añoranza.


 Perdí la costumbre de permitirme,
casi sin preguntar, sonreír de vez en cuando.

 No tuve en cuenta que podía sucederme.

 Cuando el cielo se había acostumbrado
a inspirarme con sobredosis de lágrimas,
la sonrisa indicada,
 despejó cualquier atisbo de tristeza.


 Mis letras comenzaron a intentar reflejar 
la danza particular que tienen tus dedos dibujando
sobre mi frágil piel, promesas. 

 Decidí dejarme llevar. 
También reí al sentirme temblar 
Y me alegré de que me faltara
 el aliento
al sentirte cerca.

Me permití comenzar
a sonreír sin siquiera
ser consciente,
 dejarme acunar con tu voz cálida
 en las noches de invierno 
Y amanecer en una temprana primavera,
con tus labios cayendo sobre mi
 como flor de cerezo.

 El universo pareció
alentarme
con tu dulce voz
 a través del dolor.

 Y desde entonces, no importó.
Eramos nosotros.
Eramos felices.
Eramos eternos.