No debiste entrar en mis ojos,
encabezar una marcha por mis nervios,
caminar sobre mis pulmones,
saltar en mi corazón.
No debiste retorcer mis entrañas,
dibujar mariposas en mi estómago,
llenar de fantasía mi cerebro.
A pesar de todo, te perdiste.
Acabaste golpeado por mis pulmones, estallando.
Magullado por mi corazón, rompiéndose.
Terminaste gritando alimento, pues no llegaba sangre a mi cuerpo.
Temblaste cuando de golpe, me paré.
Cuando decidí echarte de mi pecho.
Cuando te aplasté a ti y tus mentiras.
Encontraste entonces la salida.
Enrojeciste los trozos de mis pulmones.
Irritaste mi garganta.
Rompiste mis dientes.
Acabaste fuera de mi laberinto.
Fuera de mí y de todo lo que tenía que ver conmigo,
tuviste suerte, pues aquel laberinto que era yo,
acabó en ruinas al verte con otro laberinto más simple.
Porque mis paredes retorcidas, se hundieron.
Porque dejé de perder gente para perderme a mi misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario