miércoles, 12 de agosto de 2015

Muriendo.


 Otra caída más para su larga lista. Otro corte profundo que marcaba un pasado que en el futuro recordaría. ¿A qué aferrarse ahora? No le quedaba absolutamente nada por lo que caminó. Corrió a través del bosque, hasta encontrar un claro. Se sentó y entre todas aquellas hierbas se fijó en una pequeña flor que comenzaba a marchitarse. La observó.

 Admiró pues que pudiera crecer en aquel terreno donde ninguna otra flor daba lugar. Seguramente era bella cuando la lluvia no la consumía ni nadie despistado la pisoteaba. Ahora se debilitaba. Su color era apagado y el tallo hacía un pequeño zig zag.

 Ella se quedó contemplándola a la vez que sus lágrimas caían una tras otra, los pensamientos se acumulaban en su mente frágil. Cuantos días nublados que acabaron en tormenta, cuantas flores más marchitándose, cuanto dolor soportado durante pequeñas eternidades, cuanto sufrimiento guardado que hoy explotaba. Aquella flor no era lo único que moría.

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