jueves, 5 de noviembre de 2015
Tiempo.
No hay presente. Ni siquiera esto que estáis leyendo es presente, porque ahora mismo es completamente pasado. Y ahora. Sigue pasando.
El tiempo se nos escapa de las manos como si de agua se tratase. Estamos muriendo desde el día que nacemos. Nos miramos en el espejo, esperando ver que todo sigue en orden, pero cada día nos pudrimos, nos desgastamos y no hay manera de frenar a la muerte.
Tarde o temprano nos envuelve con sus brazos fríos, se lleva con ella el alma, dejando en tierra un cuerpo, que en unos diez años simplemente será un leve recuerdo una vez al año y poco a poco, desaparece.
Me estoy muriendo, es cierto, esto no es presente, es pasado, ¿Qué voy a hacer? Te quiero en pasado y futuro, pero aunque te piense también en presente, pasarás a pasado y a su vez, a futuro.
Y de nuevo el tiempo me resbala, me atasco en el pasado, presente y futuro en vez de correr y abrazarte, de decirte lo que miles de veces escribo en cartas encerradas bajo el colchón de mi cama. No te busco porque tengo miedo de que sea tu presente y pase a tu pasado. Tengo miedo porque incluso si tuviéramos futuro, el tiempo dado me parece tan limitado. Porque quiero más que tiempo contigo.
Me gustaría navegar en tu mar, surfear tus olas sin horario, ahogarme en tu océano cuando llegue, pero no quiero perderte, no quise ayer, no quiero hoy, pero, ¿Quién sabe mañana?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario