domingo, 20 de noviembre de 2016

Ida.

Me gustaría poder decir que te sigo encontrando cada viernes a la salida.
Que he olvidado tu manera torpe y temeraria de caminar.
De caminar en mi propio asfalto.
De mirarme desde todos los ángulos siendo siempre hermosa.
Que dejes lo demás, porque yo estoy.

 Y a veces me siento perdida.
Con el asfalto atragantado.
Tropezando con la cordura que perdí al verte sonreír.
Rasguñándome el pecho.
Cayendo de boca por devorar tus labios.

 Y siento que ahora debería callarme.
Sigo siendo presa del miedo.
Del miedo por algo que ya no es mío.
Y que, sin embargo, parece serlo.

 Era el mayor de los huracanes.
Y tú suavizaste cada ráfaga.
Me convertiste en una suave brisa de verano.
Aunque fuera invierno la primera vez que me abrazaste.
Y primavera cuando me uní a ti.

 Y me toca verte marchar, con todo.
Con mis miedos perdidos por el camino.
Con la sonrisa caída.
Y las piezas de mi pecho rellenando innecesariamente un corazón perfecto.

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